
MÁS ALLÁ DEL ODIO: GRIETAS DESDE LAS QUE CONSTRUIR
La ultraderecha como algo a extinguir
Recuerdo que, desde mi infancia, cuando todo el rato preguntábamos el cómo y el por qué de las cosas, casi siempre había una historia que contar vehementemente, que terminaba: “es importante conocer la historia para no repetir los mismos errores que ya cometimos” – muy riquiños mis referentes, que creen en un proyecto colectivo de sociedad, reflexiono ahora. Unos años después, lo recuerdo con ternura, y a veces, con rabia; con rabia por saber que muchos de los monstruos que parecían haber desaparecido, nunca lo han hecho, solo estaban escondidos, y se levantan en momentos tan turbulentos como los de ahora.
Momentos en los que se abren las grietas en las que, casi como exigencia, toca pensar, analizar, reflexionar y construir hacia horizontes más justos, solidarios, comunes, comenzar a darle la vuelta al mundo. El mayor problema es cuando en esas grietas, en vez de crecer la fuerza de la solidaridad, el respeto y el amor por la vida, el fuego del odio y el egoísmo parecen no dejarles florecer.
Y más aún, si nos preguntamos quién no nos deja, los que se oponen y los que lo permiten callando, aquellos que no dejan sembrar semillas y permiten que el fuego se expanda; el fascismo y quien no lo confronta acaban por estar en el mismo bando: no podemos olvidar las raíces de las estructuras que nos gobiernan, qué, cómo y por qué se dirigen; cómo VOX, mientras acude a diferentes barrios donde son expresamente rechazados, con sus discursos de odio incluso hacia las propias vecinas, es escoltado por las mismas fuerzas de seguridad del Estado que ejecutan las órdenes de prohibición de las manifestaciones este 8 de marzo –sin llegar a conseguirlo del todo-.
La guerra contra los pobres que se lleva a cabo desde las diferentes formaciones políticas que juegan con su poder, se hace más peligrosa cuando la ultraderecha se remonta siglos atrás y recupera discursos, en cierto modo obreristas; y con esos trucos de magia, los maestros ocultistas parecen conseguir que no se les pueda señalar como los herederos del fascismo que cometía sus últimos asesinatos por motivos políticos hace menos de cincuenta años.
Es importante llamar a las cosas por su nombre, analizar desde la raíz los discursos y la ideología promovida desde los sectores de la ultraderecha, señalar lo que son y de dónde vienen para saber a lo que nos enfrentamos. Son ese señalamiento, esa confrontación y asunción de que hay un conflicto del que no podemos huir si queremos transformar nuestras sociedades, los primeros ladrillos en los que apoyarnos para desbordar lo impuesto.
Podemos identificar el momento actual como un episodio de crisis sistémica, que abre el espacio ideológico, como estamos observando con el auge de la ultraderecha en España o la crisis política sufrida en Bolivia el año anterior, a respuestas autoritarias, políticas regresivas, autárquicas y reaccionarias, portando el racismo y la misoginia como bandera. Ejemplos de ello son que el Ayuntamiento de Oviedo, en Asturias, en el año 2020 eliminó la partida presupuestaria destinada a la cooperación al desarrollo, por mandato del Partido Popular y VOX, o el rechazo a la ley de violencia de género desde una crítica que niega la propia existencia de tal discriminación.
También son violencia las carencias en los equipamientos colectivos, o la desatención de recursos y servicios públicos que continúa aumentando bajo el paraguas del neoliberalismo, como podemos observar, por ejemplo, en la precariedad del servicio de atención primaria y atención en urgencias de los centros de salud en los diferentes barrios y distritos de Madrid, ante los que se responde desde hace meses con manifestaciones semanales que parecen ser invisibles.
Por todo ello, no vale solo con señalar a la extrema derecha. Sigamos por preguntarnos cómo conseguimos que se vean abocados a salir del tablero de juego, cómo extendemos nuestra forma de ver y vivir la vida, cómo nos conocemos y nos juntamos para hacernos fuertes frente a estas amenazas.
Necesitamos una revalorización de lo público, el fortalecimiento de los mecanismos de respuesta a problemas colectivos, hay que atender a nuestra participación de un mundo globalizado e interdependiente y a la desigual distribución de recursos y capacidades; piensa global, actúa local –importante recordar que la ultraderecha está presente tanto en Estados Unidos como en Brasil, Colombia, Italia, Francia o Grecia, cerca y al otro lado del charco, por lo que la respuesta también ha de ser a tal escala-.
Júntate con tus vecinas, compañeras de clase, de tajo, júntate y no te conformes, unos kilómetros más allá habrá más personas juntándose para luchar contra los mismos monstruos, sean los nazis, los bancos y gobiernos con su fascismo financiero, o el jefe explotador de turno. Es desde este refuerzo de lo colectivo, desde el fortalecimiento de nuestras comunidades, desde donde podemos construir, la tierra fértil de la que cosechar la consecución y aseguramiento unas condiciones de vida dignas, libres de odio y discriminación.
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