
LOS JÓVENES Y LA ULTRADERECHA EN ESPAÑA
La ultraderecha en España como concepto no es algo nuevo ni innovador. Desde la Restauración hasta la dictadura franquista, pasando por la Segunda República, la transición de un movimiento tan populista como conservador ha sido una vorágine de caos, represión y, sobre todo, intolerancia.
Ya desde sus orígenes, la ultraderecha encontraba amparo y refugio en la población más joven. Aquellos con ganas de luchar, reivindicarse y en muchos casos, radicalizarse, hacían de la ideología extremista, la excusa perfecta para sacar su lado menos humano. Tal y como afirmaba Hobbes, el hombre es un lobo para el hombre, y nada mejor que una buena dosis propagandística de eslóganes desfasados para recordarlo. ¿No me creéis? Echad un vistazo a las redes sociales de Vox, concretamente de Santiago Abascal, e intentad buscar las diferencias con ese tipo duro de la clase que quiere destacar por encima del resto con actitudes déspotas y pretenciosas.
No ha de extrañar que este cliché, muy a mi pesar normalizado ya, triunfe de manera abrumadora entre los más jóvenes. Vox está de moda. Un partido homófobo, xenófobo y radical ha logrado que las nuevas generaciones sean más “cerradas de mente” que sus padres y abuelos. Pero ¿cómo? La clave de Vox reside en su comunicación. Si algo ha conseguido la formación mejor financiada de España es colarse en todos y cada uno de nuestros hogares para dar que hablar. Mal o bien. Pero siempre en boca de todos.
La ultraderecha no es única y exclusivamente de cuñados y gente facha. Es el catalizador de un descontento generalizado del que víctimas y verdugos deben responsabilizarse. Es la respuesta ante el cansancio y la insatisfacción popular contra la clase política. De hecho, si escuchamos discursos de Abascal, Monasterio y Ortega Smith sin saber su orientación política, no tendríamos muy claro cuál es su tendencia ideológica. Dejando a un lado las partes del discurso con contenido racista, misógino y anticuado, Vox hace continuas referencias a la solidaridad del pueblo español, la cooperación entre autonomías sin depender del Estado central y la desaparición de la corrupción, aspectos sociales que calan en gran parte de sus votantes. Y la analogía populista es inevitable. Hitler y su Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán prometían la prosperidad económica y social para las nuevas generaciones enfatizando en el enemigo, ya sea este judío, comunista, masón, podemita o progre.
Entonces, nos damos cuenta de que Vox ha hecho del paradigma “nosotros y los otros” su más exitoso modus operandi. A través de la reiterada diferenciación entre seres humanos, Vox ha creado un telón de acero que parece más implacable que el de la Guerra Fría. ¿Ha generado una frontera geográfica entre habitantes del mismo país? La respuesta, tan ambigua como compleja, puede decantarse por un “están en proceso”.
Con dicho telón de fondo, la formación política pretende enfrentarse al enemigo más poderoso de todos los tiempos: el miedo. Miedo a lo desconocido, pavor por lo ajeno, terror a lo diferente. Aplicado de manera consciente a todas las facetas de su propuesta electoral, aúna a todos aquellos que tienen miedo a cambiar, a expandir su mente y a enfrentarse a la libertad.
Y claro, no es casualidad que este mensaje cale tanto en los jóvenes, que, aunque traten de aparentar lo contrario, son los más aterrados. Nacidos y criados en un ambiente de crisis económica, inestabilidad financiera, disputas coyunturales en Europa, el desafío soberanista en Cataluña y la inmigración como fuente de polémica y controversia, los jóvenes no saben a qué aferrarse. Y Abascal canaliza todo ese miedo y lo convierte en odio.
Cabe hacer especial énfasis en sus capacidades comunicativas. Como político un 0, pero como comunicador un 10. Hace 2 años, antes de la pandemia y cuando existían las discotecas, en el Teatro Barceló de Madrid, Abascal hacía alarde de la valentía que tenían los jóvenes por votar a Vox y atreverse a no seguir el rebaño. Lo que ellos no sabían, es que eran las ovejas mejor domesticadas de todos los tiempos. De esas que siguen al pastor sin importar lo que diga, lo que ofenda o lo que atente contra la libertad de los demás. Cito textualmente: “jóvenes españoles, no debéis sentiros mal por ser etiquetados como “fachas”. No sois fachas por ser diferentes de esos “blanditos” de Ciudadanos y de los “cobardes” del Partido Popular (PP)”.
Entonces, merece la pena tratar de entender por qué Abascal llama a los jóvenes a no ofenderse, sino todo lo contrario, a enorgullecerse como nadie por un acto tan valiente. Claramente, es porque de entrada se ofenden. Y mi pregunta para el señor Abascal es la siguiente: si a los progres no les molesta que les llamen progres, ¿por qué a los fachas les molesta tanto que le recuerden lo que son? No considero que el término “facha” deba ser utilizado a la ligera para agrupar a todos aquellos con pulserita de España y chaleco de Cayetano. No obstante, si das un paseo por las calles de Madrid, y transitas institutos de toda la comunidad, el porcentaje de asociación entre personas de estas características y votantes de Vox es bastante alto. Y no con ello se da pie a criticar dicha correlación, sino a admitir que es más frecuente de los que nos quieren hacer ver.
Siguiendo con la incidencia de la formación política entre la población más joven, de acuerdo con datos de CIS, el 28,4% de los jóvenes de 18 a 24 años se entera de asuntos políticos y noticias relacionadas con la campaña electoral a través de las redes sociales, siendo esta la franja de edad que más se informa a través de este medio. Entre las cuentas que más triunfan para el público más joven, se encuentra la de Vox. De hecho, en muy poco tiempo, Vox ha conseguido convertirse en el partido con más seguidores en la red social por excelencia de los jóvenes: Instagram.
Según un estudio elaborado por Epsilon Icarus, que analiza la presencia en redes sociales de los cinco partidos mayoritarios, Vox es el partido que más interacciones consigue entre los usuarios. La formación política acapara la atención de los seguidores de Instagram, la red social preferida por los millennials. El 67% de los likes y comentarios que hicieron los usuarios a partidos políticos se los llevó Vox. Además, la página web de la formación ultraderechista recibió 1,75 millones de visitas, haciendo de sus redes sociales un rotundo éxito y la herramienta más eficaz para conseguir votantes jóvenes. Sin embargo, esta entrada en la ciberesfera social está repleta de luces y sombras.
Además de publicaciones de moralidad cuestionable, la inversión económica y las estrategias éticamente reprochables (fake news, bots, manipulación de algoritmos, clickbait…etc.) están a la orden día en Vox. No juegan limpio y su estilo no es reconocerlo. Desprestigiar a otros partidos y hacer gala de sus mejores eslóganes populistas es una constante en sus redes sociales, y su público, compuesto tanto por detractores como fervorosos admiradores, lo sabe. Lo sabe y le gusta. En síntesis, el discurso de odio y miedo de Vox es un arma tan peligrosa como sutil. Ya nos avisaba Joseph Nye en su concepción del poder blando, de la amenaza que supone utilizar herramientas de coerción y represión mucho más violentas que las armas de destrucción masiva. Y esto es el pan nuestro de cada día en Vox, quede implícita la referencia católica, controlar a través del miedo. Solo el tiempo nos dirá si el mensaje de la ultraderecha triunfa en España. En el presente parece innegable su acción. Aunque como se suele decir, el futuro es de los jóvenes.