
LLEGAR A ESPAÑA ES UNA OBLIGACIÓN. NO ES OPCIONAL
Se subió al autobús con destino Fez llorando cuando nadie le miraba. Sentía vergüenza y decepción por volver a ver a su madre sin haber logrado su objetivo: llegar a Europa y enviar dinero. Mohamed es el mayor de tres hermanos y un bebé. Toda su familia vive en una pequeña casa en la medina de Fez, una casa de estructura antigua, con patio interior donde hacen la fiesta del cordero cada año.
Marruecos es un país duro para los jóvenes. El 63.7% de los jóvenes entre 15 y 29 años están desempleados. Más de la mitad de estos, buscan trabajo por primera vez. Durante el primer semestre del 2018, se contabilizaban un total de 89.000 desempleados en Marruecos, de los cuales el 7.1% de ellos dan por imposible encontrar un trabajo. Un total de 247.000 niños de entre 7 y 17 años trabajan en 2017, de los cuales 162.000 son trabajos de carácter peligroso. Además, las oportunidades de empleo en Marruecos no son muy atractivas. En el 2015, el salario rondaba los 13.46 dirhams la hora (1.20€), 8.72 dirhams si trabajas en la agricultura. Con estos bajos sueldos, las familias como la de Mohamed tienen complicaciones para cubrir sus necesidades básicas. Si ligamos esto con la cultura patriarcal marroquí en la que el hombre debe mantener a su familia, provoca que muchos menores varones abandonen el colegio, o estudien y trabajen al mismo tiempo. Así la tasa de abandono escolar es del 12%, y un 8% nunca ha ido al colegio a pesar de que la escolarización hasta los 15 años es obligatoria según la ley.
Mohamed abandonó Marruecos con casi 17 años, estuvo unos meses en el centro de menores La Purísima pero al cumplir la mayoría de edad, le echaron sin la residencia ni la documentación que aseguraba que fue un niño tutelado por la administración de Melilla. Esto significa que de un día para otro, dejó de ser un menor tutelado a ser un inmigrante irregular. Y esto lo sabe perfectamente, por eso es uno de los chicos en situación de calle que mejor aseado y vestido va por la calle, para evitar al máximo que la policía le pare y le pida documentación. Así, se esconde día tras día en las cuevas de la costa de la Ciudad Autónoma, aprendiendo cómo funcionan los barcos de carga que entran diariamente por el puerto. “Yo no hago risky todas las noches como los demás, yo observo y espero el momento perfecto”, tiene que limitar al máximo su interacción con las fuerzas de seguridad. Cuando uno de los menores consiguió salir de Melilla con documentación, al hacer vídeo llamada, solo preguntaba: “¿Cómo es Europa? ¿Cómo es España? Es bonita, ¿verdad?”. Se giró y me miraba, “guau, España, ahí todo es bueno”. Y se detuvo unos segundos y quedó cabizbajo, jugando con la arena. Él no había logrado llegar a España.
Mohamed es uno de los más de 1.282 niños marroquíes que huyeron de Marruecos hacia España. Y esta cifra no es la total ya que no se han contabilizado las entradas de menores ocultos en vehículos, ni colándose por los pasos fronterizos, y desconocemos si el concepto “pateras u otras embarcaciones” que engloba a los 1.282 menores, implica también los que entran a nado o con ayuda de una botella de plástico. Entre 400 y 500 menores deambulan y tratan de cruzar la frontera Nador-Melilla. “Para un marroquí, la apariencia lo es todo. Por eso las familias pueden estar orgullosas de tener a sus hijos por España o Europa, es como si tu hijo español trabaja en Estados Unidos. Pero muchas de estas familias no saben cómo viven sus hijos o lo que han tenido que hacer para llegar a España”, declara el Coordinador Cooperación Internacional en la Asociación para la Integración del menor Paideia. Y por eso Mohamed llora regresando a casa. Llora porque llega con las manos vacías, sin dinero, sin documentación y sin ánimos. Llora porque sabe que una vez vuelva a casa, quizás no pueda volver a intentar irse, porque quisiera intentarlo pagando 1.500€ por una narco lancha pero no tiene el dinero. Llora porque le va a contar a todos sus amigos y familiares cómo es España, o lo que conoce de España, y ahí sí se sumarán las apariencias con el deseo europeo, y se transformarán en el efecto llamada que tanto temen en Melilla. Aún así, Mohamed puede volver a casa. Tan solo en Casablanca habría unos 25.000 menores en situación de calle (cifras del 2015), y “estar en calle en Marruecos es estar en lo más bajo de la escala social”, asegura David López. Los niños en situación de calle en Melilla no son niños de la calle, sino niños que temporalmente han tenido que vivir en la calle.