
GRECIA Y EL OLVIDO. INFORME DESDE TIERRA DE NADIE
Un informe se considera una presentación objetiva de un hecho, incluyendo diferentes factores que lo rodean dentro de un contexto específico. Sin embargo, un informe nunca puede ser del todo objetivo, porque lo que comunica es sólo un pedazo de una imagen mucho más compleja, porque quien lo escribe es un ser humano, porque cada ser humano está equipado con sus propias experiencias, sus patrones de pensamiento internos y sus puntos ciegos. Los informes se basan en datos concretos; en información verídica; en números. Este informe también se basará en números, no voy a inventar cosas, pero este informe no pretende ser objetivo. Voy a contar “la verdad”, tal y como la vivimos aquí en Grecia.
Durante cada mes del año 2018 (contando con datos del mes de noviembre del 2018), llegaron entre 1600 y 4000 personas a Grecia cruzando el rio Evros o el mar Mediterráneo. La suma de las nuevas llegadas del año 2018 (según informaciones del mes de diciembre) ha sido de 46.400 personas. Este número supera en un 31% al número de las llegadas en el año 2017. Según números oficiales (ACNUR y otros) el país “acomoda” a más de 70.000 personas que huyeron de sus países. Más de 70.000 personas en campos de refugiados o de detención, en tiendas, containers o apartamentos. Son seres humanos de todas las edades. Algunos de ellos ya llevan años esperando a que otros decidan sobre su futuro. Uno de ellos es Mahdi, quien a día de hoy tiene 20 años. Mahdi está sentado en su container en un campo de refugiados en Epirus, en el norte de Grecia, mirando una taza de té con interrupciones más o menos pequeñas desde hace 11 meses.
Mahdi ha sido un refugiado toda su vida. Sus papeles son afganos, los lugares de su nacimiento y de su infancia, sin embargo, están en Irán. Su familia pertenece a la minoría Hazara, la cual está perseguida por la sociedad y los talibanes en Afganistán. A la edad de 16 años el gobierno iraní le convenció para luchar en Siria con el ejército Fatemiyoun. A cambio le prometieron papeles iraníes, es decir, una vida legal, lo que conllevaba borrar la amenaza de deportación para su familia. Mientras él estaba luchando en una guerra que su razón no podía entender, su madre y sus hermanas lograron huir a Europa. Él escapó del ejercito 8 meses después de haber entrado e intentó seguir a su familia, cruzando varios países para llegar a la costa del Mediterráneo. Mientras se estaba escondiendo de los oficiales turcos, cumplió 18 años. En su caso, alcanzar la mayoría de edad significaba algo determinante, perder el derecho a ser reunificado con sus familiares en Europa.
En la región de Epirus, en el norte de Grecia, dónde se encuentra la tierra de nadie desde la que se comunica este informe, viven 2929 personas, cifras que corresponden a registros de Noviembre de 2018, según ACNUR. Presentar un número exacto en este contexto es un reto, porque nadie sabe exactamente cuántas personas hay en realidad. No todas las personas viviendo en los campos o alojamientos son registradas y no todas las personas que están registradas se quedan, algunos siguen su camino para cruzar la frontera con Albania, otros intentan reunirse con sus familiares acomodados en otras regiones del país. Para poder dar un número, este informe se basa en los 2929 personas que contó ACNUR.
Katsikas, la tierra de nadie
Uno de los campos de la región Epirus es el campo donde vive Mahdi, el Campo de Katsikas. Es el campo que llevamos acompañando con nuestra ONG, Soup and Socks, y el proyecto Habibi.Works desde hace 2 años y medio. Aquí viven en este momento cerca de 900 personas. 900 tazas de té que se llenan y vacían durante las horas que caben en una semana, un mes, un año. Las fechas para las entrevistas de asilo que la gente recibió en enero del año 2018 se realizarán en 2019, 2020 o 2021. Mientras las personas esperan, no hay suficiente apoyo psicológico y hay una gran dificultad de acceso a la educación y al mercado laboral, porque Epirus es una de las regiones económicamente más débiles de Grecia, contando con una infraestructura económica menos desarrollada que en otras áreas. Esto se nota también en la respuesta hacia las necesidades de los grupos de personas más vulnerables, algo especialmente notorio en Katsikas, ya que las personas que viven en el campo de Katsikas han pasado anteriormente por el campo de Moria, en la Isla de Lesvos, campo desde el que supuestamente se pueden trasladar únicamente los casos más urgentes a la Grecia continental: las mujeres embarazadas, los cientos y cientos de casos de traumas graves o las personas con enfermedades crónicas. Se las trajeron a Katsikas. Y las olvidaron.
Aparte de las personas que fueron trasladados de las islas, hay personas que llegan sin papeles, que no fueron registradas al entrar al país. Se les llama “llegadas espontáneas”, ya que su aparición no es resultado del plan de las autoridades griegas o europeas. Llegando a Katsikas, muchos de ellos intentan registrarse, buscando acceso a su derecho de reclamar asilo. Pero el ministerio de migraciones de Grecia no ha respondido a las demandas de registro de las personas o las ONGs apoyándolos desde hace meses. No hay representante del Ministerio de Migraciones o del estado Griego en el campo de Katsikas. Es, literalmente, la tierra de nadie.
La educación, un privilegio escaso
La falta de perspectivas está creando una generación perdida. Una chica jóven de Siria es Noor, su nombre significa Luz. Es una mente brillante, sin dificultades de aprender cosas nuevas o adaptarse a contextos extraños. Dejó de ir al colegio después de cuarto grado, porque las circunstancias en su ciudad después de 2015 no lo permitían. Ahora tiene 14 años y apoya a su madre con sus 3 hermanos menores. Aprendió inglés por Youtube y traduce para todas las personas que no manejan el idioma tan bien como ella, pero desde que llegó a Grecia no ha tenido ninguna oportunidad para acceder a educación formal. El intento de incluir niños y jóvenes refugiados en el sistema de educación formal no funciona bien en Epirus, por falta de profesores, por falta de recursos, tal vez por falta de voluntad. Sea cual sea la razón, la educación ha dejado de ser un derecho para pasar a ser un privilegio, más aún si tenemos en cuenta que el gobierno griego solo está permitiendo el acceso a la educación a formal a niños y jóvenes refugiados menores de 15 años. Le queda un año de esperanza a Noor para recibir una educación, para tener la oportunidad de estudiar, para seguir una carrera, para vivir una vida independiente. Pronto será demasiado tarde.
Además, la falta de educación está creando desesperanza para las familias, para los padres que trajeron a sus hijos a través del mar Mediterráneo. Esto debe sumarse a que en algunos casos la salud mental de estas personas está en riesgo. Muchas de las personas que arrastran traumas buscan soluciones en el abuso de sustancias, muchas personas que llevan esperando su reunificación familiar durante años caen en una depresión. No son todos. No es una generalización, pero tampoco es una exageración. Es la realidad de mucha gente en esta tierra de nadie.
La responsabilidad de los medios
En el 2015, la crisis en Grecia era el tema protagonista de los medios europeos, informándose sobre la situación diariamente. Cuando la “crisis” se volvió vieja y perdió su valor, los medios dejaron de hablar sobre las personas que llegaban a Grecia o morían en el intento. Ahora, los medios que siguen hablando del fenómeno de la migración son mayormente populistas de la derecha. Su manera de hablar sobre el tema está marcada por las emociones de miedo u odio, manipulando a la gente con información incompleta. Ellos sí expresan una opinión. El riesgo es que, si solamente los medios populistas conectan los hechos con opiniones y recomendaciones, se está perdiendo la narrativa ética de lo que está pasando. Los medios serios son tímidos con las opiniones, pero al poner la objetividad en lo más alto de sus valores, los medios más serios pierden la oportunidad de ser responsables; de educar; de dar una recomendación a la sociedad y a la política; de poder servir como un correctivo. La objetividad es un valor. Pero no debe transformarse en un pretexto para cubrir la cobardía o, peor, en una legitimación para la indiferencia.
Aquí sí sigue una opinión, una recomendación. Una cosa muy importante que recordar es que la realidad en la tierra de nadie, en Grecia, no es algo natural. La estamos creando. Nuestros políticos, nuestro sistema, la están creando. No está bien. No es justa. No es necesaria. Estamos creando una generación perdida, por falta de voluntad y de responsabilidad; por no querer usar los recursos que tenemos. Las consecuencias para las personas y para nuestras sociedades van a ser fatales. Será mucho más difícil incluir a personas sin recursos y sin perspectivas, a familias destrozadas, que habían sido exiliadas a la tierra de nadie.
No debemos olvidarnos de que las reglas en este mundo, que se parecen cada vez más a las reglas de un absurdo juego de mesa, las hicieron seres humanos. Así que está dentro del poder de los seres humanos cambiar las cosas. Está dentro de nuestro poder crear realidades más justas cada día, en lo pequeño y en lo grande. Está dentro de nuestro poder ver y cambiar las tierras de nadie.