
FRONTERAS INVISIBLES
La intérprete de lengua de signos sube al escenario y da la bienvenida a los asistentes. Esta vez, la mesa está constituida íntegramente por mujeres. Tras la primera aproximación a la frontera desde una perspectiva más teórica, arranca la segunda jornada del ciclo “La artificialidad del límite”. Hoy, en el foco, lo invisible.
La sesión comienza con la participación de Médicos del Mundo Madrid y su proyecto “Artículo 31 en tu distrito”. La proyección de los cortometrajes “Makun, no llores” y “Chica seria y responsable” desemboca en una discusión grupal en torno a los CIE y a situaciones conocidas en empleos dedicados a los cuidados y al hogar.
Posteriormente, el coloquio se centra en lo que no se ve: el trabajo doméstico y de cuidados, los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) y el racismo desde una aproximación personal. Las ponentes son Carolina Elías, presidenta de SEDOAC (Servicio Doméstico Activo), Patricia Orejudo, representante de la “Plataforma CIEs NO Madrid”, y Zenib Laari Inoune, deportista de élite, activista antirracista y docente.
“El empleo del hogar y de los cuidados tiene rostro de mujer, de mujer migrante”. Elías, en una intervención crudamente amena y ampliamente descriptiva, encontró en todo momento la forma de hacer calar su mensaje. La representante centró gran parte de su ponencia en condenar las circunstancias discriminatorias de contratación de las mujeres empleadas en este sector: la preferencia por las mujeres latinas para los cuidados de la tercera edad “porque son más cariñosas”, de las mujeres rumanas para la limpieza “porque son más altas y fuertes” y de las mujeres filipinas en los círculos más altos de la sociedad “porque son más sumisas y, además, hablan inglés”. Detrás de este discurso abiertamente clasista se esconde una realidad administrativa que roza lo kafkiano.
La situación de todas estas trabajadoras migrantes se encuentra atravesada por la Ley de Extranjería del Estado español, que obstaculiza su regularización e integración en el mercado laboral. Elías visibilizó las redadas racistas que se producen, continuamente y de madrugada, en los intercambiadores del transporte público: “no es causalidad – afirmó – es la hora de ir a trabajar para los y las migrantes, ¿y qué encuentras? A policías llevando a cabo redadas racistas, perdón, pidiendo los papeles”.
También se dedicó parte de la intervención a la pérdida de emancipación, independencia y vida de las trabajadoras que “viven, duermen y comen donde trabajan”. La situación de vulnerabilidad que rodea a estas mujeres acarrea numerosas consecuencias económicas, anímicas y en especial, psicológicas. Por ello, desde SEDOAC se ha habilitado el primer Centro de Empoderamiento de las Trabajadoras del Hogar y los Cuidados, que provee asesoramiento legal, asistencia psicológica – centrada, especialmente, en la maternidad transnacional – y la actividad formativa, informativa y lúdica. ¿La conclusión de Elías? “Si tienes empleada del hogar no basta con decir que es como de la familia y darle los restos, hay que proporcionar condiciones dignas y justas de trabajo, cuidar a la que cuida”.
Seguidamente, Orejudo retrató la realidad de los CIEs, desde su concepción hasta sus condiciones en la actualidad. Los Centros de Internamiento de Extranjeros fueron creados por el PSOE en 1985, para “personas que habían realizado una entrada irregular y que, conociendo todos sus derechos y contando con una orden de expulsión o expediente sancionador, tenían que ser deportadas; centros sin carácter penitenciario”. Teoría. “Recintos peores, en estructura y condiciones, que los centros penitenciarios”. Realidad. Especialmente ilustrativo resultó el ejemplo del CIE malagueño de Capuchinos, cuyas condiciones de salubridad no lo habilitaron para cumplir la función de “perrera”, pero que sí se consideró que cumplía las condiciones para ser CIE.
La abogada denunció con claridad la estructura infranqueable del “aparato deportador”, integrado por las redadas racistas, las comisarías de policía, los vuelos de deportación y los Centros de Internamiento. “En los CIE se vulneran todos los derechos”, explicó. La identidad, porque “pasas a ser un número”, la vida personal y familiar, con el régimen de limitación de visitas; la educación, la integridad física y el derecho a la vida, con malos tratos físicos y psicológicos, y evidentemente, la asistencia médica. Además, la situación empeora cuando se añade la condición de ser mujer. Ya que estas tienen estancias y patios de menor tamaño y, en numerosas ocasiones, sufren terribles humillaciones al tener que pedir productos de higiene íntima a guardias que les responden “¿de verdad necesitas tantas?”.
Finalmente, Zenib Laari realizó una aproximación al racismo en la infancia desde su propia experiencia personal como española de padres magrebíes. “A pesar de haber nacido, criado, vivido y formado en España, se me sigue señalando como persona extranjera”. La deportista recordó una experiencia en la que, en la cantina de su colegio, la camarera no le permitió comer “hasta que se borrara toda esa suciedad de las manos”, en alusión al tatuaje de henna que su familia magrebí le había realizado a modo de despedida. “Intenté explicarle que aquello no era bolígrafo, que, aunque pasara toda la mañana frotando, no iba a borrarse; pero, aquel día, finalmente me quedé sin comer”.
La ponente también encontró lugar para criticar la meritocracia, cuyo imperativo moral se encrudece para las mujeres y aún más para las mujeres migrantes: “yo estoy aquí porque mis padres han creído en mí, pero tenía que ser mucho mejor que mis compañeros para ser visible”.
Durante toda la ponencia se pronunciaron diversas muestras de apoyo hacia el Centro Social “La Ingobernable”, desalojado por el Ayuntamiento de Madrid tras años de ocupación fomentando la labor social. Asimismo, la consigna que dio cierre a la jornada parafraseaba a la que realizó Moha Gerehou, activista antirracista y periodista, “no basta con no ser racista, hay que ser antirracista”. Se profirió un llamamiento a la Manifestación antirracista que tendría lugar el domingo 17 de noviembre, y que recorrió las calles céntricas de Madrid.