
EL VACÍO COMO RESPUESTA
El último día del ciclo organizado por Mundo en Movimiento versa sobre el vacío como respuesta. A priori, un sujeto excesivamente amplio, cuasi inabarcable. Pero si bien las fronteras y los ejes de opresión no nos atraviesan de forma similar, las experiencias despiertan sentimientos comunes a todos los asistentes. Las historias allí expuestas generan rabia, empatía, frustración e incluso lágrimas.
La jornada se divide en dos coloquios: la presentación del Informe Sáhara en Mente, a manos de sus creadores, Alba Ajo y Miguel M. Serrano, con la colaboración especial del abogado Sidi Talebbuia, presidente de APRASE (Asociación Profesional de Abogados Saharauis en España); y, finalmente, una aproximación a las experiencias en tres ámbitos distintos: la respuesta de Europa, centrándose en el caso español, en voz de Pablo Pampa Sainz; el caso “#SinCITASNoHayDERECHOS” en Madrid a manos de Roberto Borda y, por último, las consecuencias de la fallida acogida en los campos de refugiados en Grecia, presentadas por Mimi Hapig.
Sáhara en Mente es un proyecto “aún en movimiento”, parafraseando a sus ideólogos. En septiembre de 2018, Ajo y Serrano se desplazaron a los campos de refugiados saharauis, en Tinduf. Trabajaron mano a mano con un equipo de psicólogas saharauis que vivían y trabajaban en los campamentos, y desarrollaron este informe sobre cómo el refugio tiene consecuencias en la salud mental. 18 entrevistas fueron realizadas a profesionales de la salud, así como a miembros de la población saharaui, un líder político y un líder espiritual (el encargado de realizar la “ruquiya” o lectura del Corán, que también se contempla con un matiz sanatorio en la cultura saharaui).
Tinduf es una ciudad abandonada por el debate público. Pero no siempre ha sido así. “Hasta el 75, el pueblo saharaui estuvo bajo el dominio colonial español”, explicó Talebbuia, “y bombardear a una población civil que huía, no debería haber dejado de ser un crimen contra la humanidad”. La población saharaui es una población traumatizada: “un pueblo desplazado donde no hay nada, no hay recursos, es el desierto”.
Ajo y Serrano se ciñeron, en todo momento, a la presentación de cuál es la vivencia en salud mental en los campos, y cuáles son los resultados. El informe, desarrollado mediante investigación cualitativa, está vertebrado en cuatro puntos: “El loco siempre es el loco” o el estigma ligado al sufrimiento psíquico; “Mito y Rito” o una mirada científico-clínica; “Comunidad y valores” o la identidad social del pueblo saharaui y “Refugio prolongado” o el pueblo saharaui como minoría étnica en constante represión.
Tras el descanso, se inauguró la segunda parte de la jornada en torno a la denuncia de la “necropolítica”: la organización de la muerte, la presentación del vacío como respuesta por parte de los gobiernos.
Pampa denunció con crudeza la retórica de la Ley de Extranjería española, que “nos trata a los migrantes como flujos migratorios laborales, pero no como lo que somos, personas”. Desde el relato de su propia experiencia personal como migrante, contó cómo al llegar a España, no figuraba entre sus derechos el manifestarse, coartando sus derechos humanos de forma completamente impune: “cómo pueden quedar fuerzas para la lucha política cuando la emergencia está arrastrando mi vida”, sentenció. Finalmente, el periodista y activista reflexionó sobre la idiosincrasia de la sociedad española en la actualidad, “es muy solidaria cuando le tocan las tripas, el corazón, muy por abajo hay un magma solidario; pero hemos perdido la capacidad de luchar por nuestros derechos”.
En su intervención, Borda narró la lucha contra los laberintos burocráticos para solicitar una cita en las Oficinas de Extranjería españolas. “El gobierno habla mucho de justicia social, pero la que os vamos a contar es una historia de resistencia”. La odisea por la obtención de una cita, online, en estas oficinas siempre se saldaba con la consigna “No hay suficientes citas disponibles”. En muchos casos, era y aún es necesario pasar horas frente a la pantalla, únicamente para conseguir una cita.
Además, este colapso del sistema informático público hace crecer la especulación del lado de las gestorías e, incluso, plataformas que se aprovechan de la falta de regulación online, como Wallapop. En muchas de estas páginas pueden comprarse estas citas por un precio que ronda los trescientos euros; cuando, no olvidemos, este es – o debería ser – un derecho, un servicio público garantizado por el Gobierno. Ante esto, se sucedieron diversas movilizaciones bajo el lema #SinCITASNoHayDERECHOS, que consiguiendo, finalmente, la regulación de estas citas en dos turnos. El portavoz de la Asociación Apoyo llamó, como cierre, a “agujerear las malditas fronteras, como una experiencia de cuidado mutuo”. Para ayudar a su causa, puede colaborarse mediante firma aquí.
En último lugar, la activista Hapig, fundadora del proyect “Habibi Works” denunció la falta de interés y humanidad dentro de la Unión Europea a través del relato de su propia experiencia como trabajadora en los campos de refugiados griegos. Resaltó la catástrofe humanitaria generada a través del acuerdo entre la UE y Turquía, y cómo este había provocado que “los campos estuvieran sobrecargados al quíntuple de sus posibilidades”. “Podemos hablar de una falta de responsabilidad de los gobiernos, pero también, y lo más importante, de una falta de solidaridad”.
Estar hacinado en un campo de refugiados afecta a la familia, en tanto la persona no es capaz de generar vínculos ni concebir un futuro ni una estabilidad. Afecta a su capacidad monetaria, en tanto se confina en un espacio en el que la persona no es capaz de ganar dinero, y la ayuda de 150€ que, en escasas ocasiones, recibe el solicitante de asilo, no resulta en ningún caso suficiente. Y, finalmente, afecta a la salud mental, pues “para poder superar un trauma, se requiere estabilidad”.
Hapig quiso terminar con una visión esperanzadora y optimista. “Está en nuestras manos construir futuro, construir un futuro común”, resaltando cómo los ciudadanos tenemos el poder de presionar a los gobiernos, de cambiar el lenguaje que define nuestra realidad y de, en definitiva, aportar lo que se requiere, principalmente, en la crisis humanitaria que atravesamos desde la artificialidad de nuestros límites: solidaridad.