
CONSTRUYENDO JUNTAS NUEVAS NARRATIVAS PARA ROMPER LA DISTANCIA SOCIAL
Este año hemos podido asistir de nuevo al IV Congreso Internacional de Periodismo de Migraciones y Desarrollo de Mérida, convocado por la fundación porCausa, que ha congregado a periodistas y migrantes con el fin de generar debates sobre la cobertura periodística y las narrativas acerca del fenómeno migratorio.
Lamentablemente, no todos los ponentes previstos pudieron participar. Uno de los periodistas con los que se había estado trabajando durante meses para poder asistir y formar parte activa de este Congreso, Baboucar Ceesay, nacional de Gambia, no pudo ingresar en España debido a las recientes restricciones migratorias impuestas por la Unión Europea como medida de presión para el control migratorio hacia este y otros países. ¿Los motivos aducidos? La falta de cooperación en los acuerdos de retorno y readmisión. Se trata de uno de los nuevos instrumentos de la UE para establecer nuevas medidas de control migratorio y securitización de fronteras, coaccionando a los Estados de origen. Este hecho es grave, puesto que, al no conceder visados a personas cuyo objetivo es informar, investigar, y debatir, se atenta también contra el derecho a la información.
Este derecho a la información ha sido uno de los asuntos transversales a lo largo de todo el Congreso, si bien, a la hora de informar, es crucial el enfoque y la forma de cubrir los hechos. Existen distintas miradas y formas de interpretar la realidad, pero, en ocasiones, la cobertura del fenómeno de las migraciones desde los medios de comunicación lleva a análisis y narrativas que tratan las migraciones como un problema a atajar. Un aspecto en el que se evidencia es en el lenguaje empleado, con términos como “crisis” o “inmigración masiva” que no se corresponden con la situación real de las migraciones, e incluso en ocasiones emplean expresiones con connotaciones políticas negativas o deshumanizantes que eliminan la capacidad de agencia de los y las migrantes.
Se debe aclarar, por tanto, que existen muchos tipos de migrantes y tantas aspiraciones como personas que migran. Sin embargo, la propia condición empresarial de los medios de comunicación y el afán amarillista por atraer a la audiencia e incrementar el número de visitas genera noticias sobre casos “espectaculares”, pero que no son representativos del fenómeno migratorio, por lo que no veremos noticias de personas que aterrizan en avión en nuestro país buscando trabajo, pero sí de saltos de vallas y llegadas en cayucos. Esto evidencia un importante problema: la información que se considere “poco atractiva” para los lectores recibirá una menor atención periodística y, por ello, difícilmente entrará en el debate público, reduciendo efectivamente el interés sobre dicha información. Es “la pescadilla que se muerde la cola”, en definitiva, que impide romper con estas dinámicas sensacionalistas.
Además, se suele generar normalmente una dicotomía en la narrativa hegemónica de muchos de estos medios: o se les retrata como criminales, demonizándolos y generando discursos de odio, o se les retrata como víctimas de la pobreza o de la crueldad de los regímenes de gobierno de sus países de origen. En cualquier caso, no se les suele poner un rostro a sus vivencias.
Desde las distintas ponencias y medios de comunicación que participaron, se realizó un llamamiento al uso de nuevas narrativas y se debatió sobre cuáles y cómo deben tratarse. Se trata de una tarea compleja, pero sin duda es necesario dar un mayor protagonismo a las personas migrantes, a su día a día, testimonios, vivencias, trayectos, proyectos, aspiraciones y otro sinfín de asuntos que rodean la vida de las personas y, en concreto, de las personas que migran. En palabras del periodista Óscar Martínez, no se trata de “cubrir la migración como paracaidistas”, sino de permanecer en la vida de las personas migrantes.
El hecho de ponerle rostro a las historias también cumple la función de reducir la distancia social entre el “yo” que me encuentro dentro y el “ellos” que atraviesan nuestras fronteras. Es decir, en la construcción del imaginario colectivo de las personas migrantes, tanto los discursos de odio como este tipo de narrativas dicotómicas promueven la construcción de una alteridad, de nuestra propia identidad en contraposición al “otro” ajeno, como bien se evidencia en el informe Regularizar lo inhumano, elaborado por Mundo en Movimiento. Por ello, es importante acortar estas distancias, sensibilizando a la población y mostrando otras realidades que no son las que comúnmente se muestran en los medios.
Esta estrategia, además, puede ser útil para intentar romper con los discursos de odio hacia las personas migrantes y sus efectos nocivos. No solo se ha visto que los delitos de odio se encuentran en auge desde hace varios años, amparados por estos discursos, sino que además los discursos de odio buscan legitimar y reforzar muchas de las políticas de control y exclusión migratoria. Por ello, las narrativas y coberturas dedicadas a las migraciones deben también contrarrestar estos discursos, evitando reproducirlos de forma acrítica y reflejando adecuadamente las realidades migrantes.
No obstante, cabe destacar que no basta con una buena intención en los discursos para generar un impacto positivo en las actitudes hacia los y las migrantes. Uno de los aspectos debatidos durante este congreso hizo referencia a cómo algunos discursos humanitarios empleados históricamente (e incluso hasta la actualidad) tienen una importante connotación asistencialista. Como consecuencia, estos discursos han contribuido precisamente a incrementar la distancia social hacia las personas migrantes y la percepción de las diferencias entre ese “nosotros” y “ellos” ya mencionado, al distinguir entre “quien ayuda” y “quien recibe”. Por tanto, para acabar con esta alteridad y avanzar en la construcción de una ciudadanía global, es importante defender los derechos humanos de las personas migrantes sin caer en discursos asimétricos ni paternalistas y, desde luego, recogiendo sus propios discursos y testimonios.
En definitiva, se trata de ser cuidadosos y autocríticos con las narrativas empleadas al hablar de las migraciones. No obstante, es complejo construir narrativas que se salgan de los límites de cobertura establecidos. Por ello, para salvar esa distancia social, se intenta normalizar que personas migrantes podemos llegar a ser todas, aunque se debe tener en cuenta que la realidad es más compleja y la situación de muchas personas que migran acaba rodeándose de numerosas violaciones de derechos que también se deben visibilizar. Así, el objetivo es quizás doble. Por una parte, se trata de salvar las distancias sociales en la construcción del imaginario colectivo de las personas migrantes, dándoles voz, dejando narrar sus historias, apoyando sus proyectos y medios de comunicación… Y, por otro lado, se trata también de evidenciar todas las vulneraciones de derechos, desde la óptica de la injusticia social. Para ambos propósitos, la conciencia activa y crítica es fundamental.