
ANTIGITANISMO CONTRA PERSONAS REFUGIADAS DE UCRANIA
Históricamente, cuando una situación sociopolítica se trastoca y se fracciona en un territorio, o entre países, como está ocurriendo ahora entre Ucrania y Rusia, aquellas personas más vulneradas quedan especialmente afectadas y desprotegidas.
La comunidad gitana en el contexto actual de la guerra Ucrania – Rusia
Cuando se inició la ofensiva rusa en el territorio ucraniano el pasado 24 de febrero, las alarmas se encendieron en todo el mundo. Los primeros reportajes hablaban de los ataques iniciados por el ejército ruso y la contraofensiva ucraniana que empezaba a desplegarse, mientras que Ucrania y Europa comenzaban a prepararse para hacer frente a una crisis predecible, pero inesperada.
Entre la multitud ucraniana que huía, y con los mismos derechos, contamos a la población gitana; según el primer y único censo ucraniano “completo”, realizado en 2001, había aproxiadamente 48.000 personas. Pasados 21 años de ese informe y ante la falta de datos por parte del Estado ucranio, organizaciones de interés público y entidades internacionales estimaban que al inicio de la guerra había entre 200.000 y 400.000 personas gitanas en Ucrania, cuya población total ascendía a casi 42 millones de habitantes.
A esta falta de seguimiento, también se suma la no intervención y la falta de denuncia pública por los constantes hechos degradantes y discriminatorios de las autoridades hacia la comunidad gitana que intenta escapar de la guerra en la propia frontera ucraniana y en los países de acogida como Polonia, Rumanía, Hungría o Moldavia. En un reciente trabajo realizado por Oxfam en Moldavia, con decenas de entrevistas y publicado por el portal reliefweb, se pudo conocer un poco más la realidad actual de la comunidad que ha huido a este país por la guerra y constatar las constantes violaciones de derechos a las que siguen siendo sometidas.
La gran expectativa y el temor creciente por el aumento de los precios de la energía, de los alimentos y la falta de gas, exacerba la presión de cara al invierno para las personas gitanas, a quienes la falta de documentos adecuados y su debido reconocimiento les impide, en la mayoría de los casos, acceder a las ayudas y a los servicios sanitarios que les corresponden. Particularmente, los alojamientos que se han dado a las personas refugiadas de origen gitano son inseguros, inestables y de difícil acceso a los servicios básicos, lo que agrava la situación para los fríos meses que vienen.

Centros de acogida y alojamiento de mejor calidad, como MoldExpo (ubicado en Chisinau, la capital moldava) se han hecho eco de la denuncia de que se estaba denegando el refugio y la entrada a personas gitanas, derivando a todas las que lograban llegar a centros inferiores y solo para personas gitanas. Estos testimonios se repiten desde diferentes países en donde se denuncia el maltrato hacia la comunidad gitana ucraniana desde que estalló el conflicto.
Además, varias personas gitanas también denunciaron que “no habían recibido suficientes artículos esenciales como alimentos, detergente en polvo y medicamentos” y señalaron que recibían constantes cuestionamientos por parte del personal que los entregaba y supervisaba, También relataron que, en muchos casos, se les exigía que no hablasen en su idioma cuando los escuchaban hablar en romaní.
El no registro e invisibilización de las vulneraciones sobre las personas gitanas por parte de cualquier país, supone una violación de sus derechos y el no reconocimiento sobre esta comunidad. En Ucrania, en concreto, se estima que al menos unas treinta mil no poseen documento de identidad.
En este contexto de guerra, una vez más, las gitanas y los gitanos están en medio de un combate armado enfrentándose a enemigos silenciosos, peligrosos y, en muchos casos, mortales: la xenofobia, el racismo y la exclusión
Con la certeza de un conflicto activo, las personas ucranianas iniciaron la salida para resguardarse y salvar sus vidas. Actualmente, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula aproximadamente 12,6 millones de personas movilizadas, entre las que se cuentan 7,2 millones que han huido del país y más de 6,9 millones que están desplazadas dentro de Ucrania. Unas cifras que pueden ir en aumento en el transcurso del conflicto y que, según el último reporte, superan a la migración siria.
Entre esos maltratos expuestos, el pasado mes de mayo se denunciaba públicamente que las autoridades de Republica Checa habían colocado a 40 personas refugiadas gitanas ucranianas en tiendas de campaña improvisadas y que a otras las habían abandonado en el centro de la ciudad de Pardubice. De hecho, el gobernador de esta región checa, Martin Netolicky, rechazó en su momento las críticas que se suscitaron por el incidente y se mostró en contra de las personas gitanas refugiadas de la región de Transcarpacia de Ucrania, porque decía que allí no había combates (cuando en realidad se estaban produciendo bombardeos). El 25 de mayo se denunció nuevamente la situación de la comunidad gitana en este país, ya que había más personas gitanas vulneradas y maltratadas esperando por el reconocimiento que les otorgara protección internacional. Ante esa vulneración de derechos y con las autoridades responsables identificadas, no se conoce ninguna investigación o mayor acción legal por parte de las autoridades pertinentes.
Asimismo, un grupo de personas gitanas sinti alemanes visitó Ucrania en agosto. Entre ellas se encontraba el copresidente de la Asociación Federal de Sinti y Roma, Daniel Strauss, que enfatizó tras su visita que “alrededor del 70 % de los romaníes vivían en localidades segregadas”, mientras que “el 30 % que vive en áreas residenciales regulares con frecuencia minimiza su condición de gitanos por temor a ser discriminados”, publicado posteriormente por el portal nuevatribuna.es.
La problemática además se agrava debido a que los países comunitarios involucrados y cuestionados no responden por el hecho denunciado; tampoco se percibe una presión formal desde la Unión Europea como autoridad, lo que habla de un antigitanismo institucional normalizado, ¿cómo romper con esto? ¿cómo trabajar en contra del racismo institucional que tenemos normalizado en Europa en contra de la comunidad gitana?
Un pasado y un presente sin derechos ni igualdad
El relato de la historia moderna y contemporánea señala que las políticas adoptadas por los antiguos imperios de Europa central y occidental, al igual que las del imperio ruso o la Unión Soviética, no se diferenciaron en la segregación y discriminación histórica con la que ya convivían las personas gitanas. La práctica de estos antiguos imperios y Estados traspasó el imaginario y hoy se repite de una forma deliberada sobre las personas gitanas cuando vemos que, en efecto, la violación de sus derechos no ha cesado.
Pasados varios siglos, actualmente las personas gitanas son la minoría étnica más grande de Europa con aproximadamente 12 millones, pero también, son una de las comunidades más desfavorecidas y violentadas, al margen del actual conflicto. Una desatención estatal que sigue fomentando el abuso policial, el desempleo y la segregación educativa y social a la que se enfrentan a diario.